Un aguayo es una prenda rectangular usada en Argentina, Bolivia, Perú y norte de Chile como mochila, abrigo o adorno, particularmente por mujeres de ascendencia indígena. Es una tela a rayas de colores contrastantes. Aunque es originaria del altiplano, su uso se ha extendido a zonas bajas como Lima, Santa Cruz de la Sierra y Buenos Aires por la inmigración de habitantes del altiplano. Por lo general los aguayos son muy coloridos con franjas de colores que se alternan y con franjas con figuras simples.
En el idioma quechua que se habla en el lago Titicaca (Bolivia) la tela se llama awayo o lijilla.1
Para que una tela sea considerada un aguayo es fundamental la contraposición de matices entre una y otra raya, y la alternancia de distintos grosores. Estudios semánticos muy profundos, que implicaron la revisión de viejas fuentes históricas, como también la recolección de testimonios orales actuales entre los urus-chipayas y los aimaras del lago Titicaca, demostraron que esa situación de constraste óptico lo extrae el nativo de un pajarillo que habita la zona, que se llama allgamari, de definida coloración blanca y negra.1
Las telas a rayas del tipo aguayo son aplicadas a distintas labores antiguas y actuales: uncus, talegas, costales, axsus (prendas femeninas que cubren la espalda), chuspas, etcétera. Cuando un sector de la tela permanece liso, se lo denomina “pampa” y las rayas pueden comprimirse hacia ambos extremos.1
Como queda establecido a partir de los colores del ave “allgamari”, un aguayo puede ser simplemente blanco y negro o de tonos naturales tenues.1
El cambio de las costumbres llevó a teñir los aguayos de estridentes tintes, que son el placer de los nativos y también de los turistas y que sirven para destacarse en el paisaje terroso de Los Andes.1
El aguayo ha alcanzado amplia dispersión en Perú, Ecuador, norte de Chile y Argentina. En una revista humahuaqueña (1991) dice:
El aguayo es la cuna de los indígenas, los bebés se llevan en el aguayo, es también símbolo del esfuerzo y del trabajo, el fruto del trabajo y de la tierra. Extendido sobre la Madre Tierra ―que tan hermosamente evoca el rostro y el corazón materno de Dios― el aguayo es también la mesa en torno a la cual se sienta la familia o la comunidad. El aguayo sintetiza y simboliza toda la vida del pueblo. Al celebrar la Eucaristía sobre el aguayo estamos proclamando la profunda relación que tiene que haber entre la vida y la eucaristía.